Hepatitis D: causas, síntomas, diagnóstico y tratamiento

La hepatitis D, también conocida como hepatitis delta, es una infección hepática causada por el virus de la hepatitis D (VHD). Este virus solo puede infectar a las personas que ya están infectadas con el virus de la hepatitis B (VHB), ya que necesita la presencia del VHB para replicarse y causar una infección. La coinfección de hepatitis B y hepatitis D puede resultar en una enfermedad más grave que la infección con el virus de la hepatitis B solo.

A continuación, se proporciona información clave sobre la hepatitis D:

Características de la Hepatitis D:

  1. Transmisión:
    • La hepatitis D se transmite principalmente a través del contacto con sangre o fluidos corporales de una persona infectada. La transmisión puede ocurrir por compartir agujas, tener relaciones sexuales sin protección, o de madre a hijo durante el parto.
  2. Coinfección y superinfección:
    • La coinfección se produce cuando una persona se infecta simultáneamente con los virus de la hepatitis B y D. La superinfección ocurre cuando una persona ya tiene hepatitis B y se infecta posteriormente con el virus de la hepatitis D.
  3. Gravedad de la enfermedad:
    • La coinfección con hepatitis B y D puede resultar en una enfermedad más grave y un mayor riesgo de complicaciones hepáticas, como cirrosis y fallo hepático.

Causas

La causa de la hepatitis D es el virus de la hepatitis D (VHD). La hepatitis D es una infección hepática que solo puede ocurrir en personas ya infectadas con el virus de la hepatitis B (VHB), ya que el VHD requiere la presencia del VHB para replicarse y causar una infección.

La infección con hepatitis D puede ocurrir de dos maneras:

  1. Coinfección: Ocurre cuando una persona se infecta simultáneamente con los virus de la hepatitis B y D. La coinfección puede ocurrir a través de la exposición a sangre infectada, compartir agujas u otros equipos de inyección contaminados, o tener relaciones sexuales sin protección con una persona infectada.
  2. Superinfección: Ocurre cuando una persona ya está infectada con el virus de la hepatitis B y luego se infecta con el virus de la hepatitis D. Esto puede ocurrir por la misma vía de transmisión mencionada anteriormente.

En ambas situaciones, la infección con el virus de la hepatitis D generalmente ocurre en el contexto de la infección con el virus de la hepatitis B. La coinfección y la superinfección pueden tener consecuencias significativas para la salud hepática, ya que la hepatitis D puede aumentar la gravedad de la enfermedad hepática y aumentar el riesgo de cirrosis y fallo hepático.

Es importante señalar que la hepatitis D es relativamente poco común en comparación con la hepatitis B, pero puede ser más grave cuando ocurre. La vacuna contra la hepatitis B también proporciona protección contra la hepatitis D, ya que previene la infección con el virus de la hepatitis B, que es necesario para que la hepatitis D se desarrolle. Por lo tanto, la vacunación contra la hepatitis B es una medida importante para prevenir la hepatitis D.

Signos y síntomas

Los síntomas de la hepatitis D pueden ser similares a los de la hepatitis B y pueden variar en su gravedad. A veces, los síntomas pueden ser leves o incluso ausentes. Aquí se presentan algunos de los síntomas comunes asociados con la hepatitis D:

  1. Fatiga:
    • La fatiga es un síntoma común de la hepatitis D y puede ser persistente y debilitante.
  2. Ictericia:
    • La ictericia es una coloración amarillenta de la piel y los ojos debido a la acumulación de bilirrubina. Es un síntoma característico de la afectación hepática y puede estar presente en las hepatitis virales, incluida la hepatitis D.
  3. Dolor abdominal:
    • Algunas personas con hepatitis D pueden experimentar dolor abdominal, que puede ser en la zona del hígado.
  4. Pérdida de apetito:
    • La pérdida de apetito es común en personas con hepatitis D, y puede llevar a una disminución en la ingesta de alimentos.
  5. Náuseas y vómitos:
    • La sensación de náuseas y los episodios de vómitos son síntomas gastrointestinales que pueden estar presentes.
  6. Orina oscura:
    • La orina oscura puede ser un signo de afectación hepática y se debe a la presencia de bilirrubina en la orina.
  7. Heces pálidas:
    • Las heces de color claro o arcilla pueden indicar problemas en el hígado y la vesícula biliar.

Es importante destacar que algunas personas infectadas con hepatitis D pueden no presentar síntomas notorios, especialmente en las primeras etapas de la infección. Sin embargo, incluso en ausencia de síntomas evidentes, la infección puede causar daño hepático progresivo.

La gravedad de los síntomas puede variar de persona a persona, y la presencia de síntomas graves puede indicar una enfermedad hepática más avanzada. En casos más graves, la hepatitis D puede contribuir al desarrollo de cirrosis hepática y fallo hepático.

Diagnóstico

El diagnóstico de la hepatitis D generalmente se realiza mediante pruebas específicas que evalúan la presencia del virus de la hepatitis D (VHD) y sus marcadores en el cuerpo. Aquí se describen los métodos comunes utilizados para diagnosticar la hepatitis D:

  1. Pruebas de sangre para antígenos y anticuerpos:
    • Se realizan pruebas de sangre para detectar la presencia de antígenos y anticuerpos asociados con el virus de la hepatitis D. Estas pruebas incluyen:
      • Antígeno de superficie de la hepatitis B (HBsAg): La hepatitis D requiere la presencia del virus de la hepatitis B (VHB), por lo que la detección del antígeno HBsAg indica infección con el VHB.
      • Antígeno de la hepatitis D (HDAg): Su presencia indica infección activa con el virus de la hepatitis D.
      • Anticuerpos contra el antígeno de la hepatitis D (anti-HDV): La presencia de estos anticuerpos indica exposición previa o infección actual con el virus de la hepatitis D.
  2. PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa):
    • La PCR se utiliza para detectar la presencia del ARN del virus de la hepatitis D. Este método puede confirmar la infección activa.
  3. Evaluación de la función hepática:
    • Se pueden realizar pruebas de la función hepática, como la medición de enzimas hepáticas (alanina aminotransferasa – ALT, aspartato aminotransferasa – AST), para evaluar el grado de afectación hepática.
  4. Biopsia hepática (en algunos casos):
    • En situaciones específicas, se puede realizar una biopsia hepática para evaluar el daño hepático y determinar la extensión de la enfermedad.

Tratamiento

El tratamiento de la hepatitis D está dirigido a reducir la replicación viral, controlar la inflamación hepática y prevenir o gestionar las complicaciones asociadas. Es importante destacar que no existe un tratamiento específico aprobado para la hepatitis D, y la gestión de esta enfermedad puede ser compleja. Aquí se describen algunos enfoques comunes utilizados en el tratamiento de la hepatitis D:

  1. Interferón alfa:
    • El interferón alfa es un medicamento antiviral que a veces se utiliza en el tratamiento de la hepatitis D. Puede ayudar a reducir la replicación del virus y mejorar la respuesta inmunológica. Sin embargo, el uso de interferón alfa puede estar asociado con efectos secundarios significativos, y su eficacia puede variar entre los pacientes.
  2. Monoterapia con antivirales contra el virus de la hepatitis B (VHB):
    • Como el virus de la hepatitis D requiere la presencia del virus de la hepatitis B (VHB) para replicarse, algunos antivirales que son efectivos contra el VHB también pueden tener cierta actividad contra la hepatitis D. Sin embargo, el uso de antivirales específicos para la hepatitis D es limitado.
  3. Manejo de la hepatitis B:
    • Dado que la hepatitis D está asociada con la infección por el VHB, el tratamiento de la hepatitis B puede ser parte del enfoque de manejo. Medicamentos antivirales específicos para el VHB, como entecavir o tenofovir, pueden ser utilizados según las indicaciones.
  4. Evaluación y manejo de complicaciones hepáticas:
    • Se realiza una monitorización continua de la función hepática para evaluar el grado de afectación hepática y se aborda cualquier complicación, como cirrosis o insuficiencia hepática.
  5. Manejo de la co-infección con el VIH (si está presente):
    • En casos de co-infección con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), es importante manejar simultáneamente ambas infecciones, ya que pueden tener implicaciones en el tratamiento.

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