Los fármacos antifúngicos son medicamentos diseñados para tratar infecciones causadas por hongos. Pueden ser utilizados para tratar infecciones superficiales de la piel, uñas y mucosas, así como infecciones más profundas en órganos internos. Aquí hay algunos tipos de antifúngicos y ejemplos de medicamentos:
Antifúngicos tópicos:
Clotrimazol: Se utiliza comúnmente para tratar infecciones de la piel, como la candidiasis y la tiña.
Miconazol: Se utiliza para tratar infecciones fúngicas en la piel, uñas y mucosas.
Azoles sistémicos:
Fluconazol: Trata infecciones por Candida, incluyendo la candidiasis oral y genital, así como infecciones sistémicas.
Itraconazol: Se utiliza para tratar infecciones sistémicas y también infecciones fúngicas de la piel y las uñas.
Ketoconazol: Puede ser usado para tratar infecciones fúngicas en la piel, uñas y cuero cabelludo, así como infecciones sistémicas.
Antifúngicos poliénicos:
Anfotericina B: Se utiliza para infecciones fúngicas graves y sistémicas. Es un medicamento potente, pero puede tener efectos secundarios significativos.
Equinocandinas:
Caspofungina: Se utiliza para tratar infecciones invasivas por Candida y Aspergillus en pacientes que no pueden tolerar o no responden a otros tratamientos antifúngicos.
Antifúngicos allylamínicos:
Terbinafina: Comúnmente utilizada para tratar infecciones fúngicas en las uñas, también puede ser efectiva contra ciertos hongos de la piel.
Es importante señalar que la elección del antifúngico depende del tipo de infección fúngica, su gravedad y la salud general del paciente. Además, algunos antifúngicos pueden interactuar con otros medicamentos, por lo que siempre es crucial seguir las indicaciones y consultar a un profesional de la salud antes de iniciar cualquier tratamiento.